Felipe VI de España, Rey de Jerusalén

En enero de 2020, en Israel, Felipe VI fue el único mandatario extranjero que pudo intervenir en la cena de bienvenida en la residencia del presidente israelí, en presencia de más de 40 jefes de Estado y de Gobierno. Todos ellos, convocados para conmemorar los 75 años de la liberación de Auschwitz. Ello porque el Rey de España es Rey de Jerusalén. Se trata de un título honorífico que se remonta a la Edad Media, a la Primera Cruzada (1095-1099). Balduino I fue el primer Rey de Jerusalén, proclamado así como protector de los Santos Lugares. Después, el título pasó a diferentes reyes, hasta que quedó adscrito al Rey de Nápoles en el siglo XIII. Cuando Fernando el Católico es nombrado Rey de Nápoles en 1504, recibe también el título de Rey de Jerusalén. Desde entonces, el título siempre lo ha ostentado el Rey de España, y tiene un gran valor simbólico. Es un título que se ha mantenido a lo largo de los siglos; que, lógicamente, no se corresponde con un cargo político, pero al que se sigue concediendo relevancia simbólica, como quedó de manifiesto en estos actos, en los que el Rey de España tuvo un protagonismo especial. La potestad que acredita a Felipe VI como Rey de Jerusalén es la del Papa Urbano II, que fue el que creó el título en el marco de las Cruzadas. Hasta los judíos reconocen el peso de ese título. Simon Peres llamaba a Juan Carlos I el Rey de los Santos Lugares. Quizás los israelíes no saben los detalles, pero le tienen al Rey un respeto que nunca podrían tener a un posible presidente de una hipotética república. Felipe VI no es un Rey cualquiera, porque España tampoco es un país cualquiera.
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