Invasión a Irak: “Guerra repugnante, por dinero, por intereses, por mantener la hegemonía imperial“.

Así lo entiende el director del Instituto Español de Geopolítica, Juan Aguilar, quien incide en que la puesta en escena llevada en el Consejo de Seguridad de la ONU por el entonces secretario de Estado de EEUU, Colin Powell, fue una vez más una puesta en escena para intentar justificar ante la opinión pública mundial una guerra que ya se había decidido. Respecto a la escena montada con el famoso tubo de ensayo, Aguilar afirma que fue “una de las escenas más ignominiosas que hemos podido ver en lo que va del siglo XXI, de las más degradantes. Cómo un tipo secretario de Estado de EEUU va a mentir –en la sede del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas– al mundo entero, diciendo que los servicios de inteligencia tenían pruebas clarísimas de la existencia de armas químicas, armas biológicas, armas de destrucción masiva iraquí, y saca un botecito y lo enseña allí. Todo era mentira. Es una escena realmente degradante, ignominiosa. Es decir, si Colin Powell hubiera tenido un mínimo de decencia y de dignidad, ese día tendría que haber dejado la carrera militar, su carrera política, y tendría que haberse escondido en una cueva y no volver a salir más. Porque hizo una demostración de maldad y de ignominia como pocas personas he visto yo en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas“. “Todo esto es muy triste, porque ha costado la destrucción de un país, cientos de miles de muertos. Durante los años de bloqueo que provocaron hambruna y enfermedades en Irak, murieron 500 mil niños, a lo cual ante una pregunta de los periodistas, la secretaria de Estado Madeleine Albright [antecesora de Colin en el cargo], de si ha valido la pena, ella respondió que mereció la pena la muerte de esos 500 mil niños“, señala Aguilar. El analista advierte que ninguna de las excusas que pusieron para la guerra era verdad. “La única realidad era que los EEUU querían impedir que el petróleo iraquí fuera controlado por la Unión Europea o potencias emergentes, y pudieran hacer, por tanto, competencia, y sobre todo, pérdida del control del mercado del crudo. Era una cuestión económica, de intereses, esta es la realidad por la que tuvieron que morir cientos de miles de personas. Y no te creas que se arrepienten“. Lo que ocurrió, apunta Aguilar, “fue un acto repugnante que solamente se puede de alguna forma hacer justicia con ello cuando se escriba la historia de verdad, para que nuestros contemporáneos y futuras generaciones sepan lo que fue eso, sepan cómo se pudo manipular a la opinión pública casi del mundo entero, pero sobre todo a la occidental, para llevarle a una guerra repugnante, por dinero, por intereses, por mantener la hegemonía imperial de una potencia que no ha tenido casi un solo día de paz desde la Segunda Guerra Mundial. Que ha estado metida en toda clase de conflictos: guerras, golpes de Estado, revoluciones, guerrillas, actos terroristas“. “Como la justicia material es casi imposible, sólo puede quedar la justicia divina y la justicia histórica. Fue uno de los actos más abyectos y miserables que una potencia hegemónica ha podido hacer nunca, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial“, concluye Juan Aguilar.
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