“Un anciano recluído en un asilo hace repaso de sus buenos años de juventud, en los que poseía un singular sentido del ritmo, del caminar y una intuición especial, que le llevó a ser detective–inspector–jefe de la casa Prim, una tienda de electrodomésticos y aquel ritmillo que le acompañaba a todas partes.“
Ganó el Goya al mejor corto de ficción en 1994.