Sábado de la Semana 27a del Tiempo Ordinario | Meditación

¡Qué felicidad: ser la Madre de Cristo!, exclama aquella mujer de entre el pueblo. Y seguimos oyendo expresiones semejantes. La gente juzga muchas veces desde fuera, considerando afortunada y feliz a una persona sólo porque tiene un nombre famoso o un pariente influyente… Pero Jesús rechaza ese modo de juzgar, de concebir la felicidad y la fortuna. No se es feliz por el nombre o por la sangre. “Dichosos todavía más los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. El ser humano se realiza plenamente cuando responde a la Palabra de Dios, puesto que existe solamente para ella. Si la Palabra de Dios es el “código genético” del ser humano, su crecimiento, su desarrollo y su maduración dependen de los impulsos contenidos en la Palabra de Dios, captados y ejecutados atentamente. Fray José Leyva TU ROSRO BUSCO, SEÑOR
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