El adagio popular reza: «En tierra de ciegos el tuerto es rey». Y lo patético de la realidad colombiana es que ese proverbio aquí se cumple cabalmente. Esta semana vimos a una señora, apodada ahora Descárate, quien años atrás afirmaba que en este país no se puede hablar con delincuentes ni perdonar a criminales, in fraganti, porque a la avioneta de su marido, que despegó del aeropuerto de Guaymaral, la incautaron con 440 kilos de cocaína. Nos vienen a aclarar entonces que «era un préstamo para realizar vuelos humanitarios». Y, por si fuera poco, una senadora que es vástago de Pablo Escobar, a grito herido, con la silueta de una Virgen al fondo, se atreve cínicamente a gritarles a los jóvenes que han perdido sus ojos tras los atropellos del ESMAD, «No vengan a llorar por un solo ojo».
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